Con el apoyo de:

Habitar la Ciudad

MUSEO DE LA CIUDAD

El Museo de la Ciudad fue inaugurado en 1998 en las instalaciones del Antiguo Hospital San Juan de Dios, una de las edificaciones civiles más antiguas de Quito, donde se brindó servicios de salud a la ciudadanía hasta 1974, año en el que cerró sus puertas, para luego ser restaurado y convertido en museo. A través de siete salas de exposición permanente se visibilizan los procesos históricos y socio culturales que ha vivido Quito desde hace 10.000 años atrás hasta el siglo XX.

Desde su creación el museo se consolidó como un importante punto de encuentro para el diálogo, la reflexión y el debate intercultural e intergeneracional, a través de las diferentes temáticas desarrolladas en sus exposiciones; permanentes, temporales e itinerantes, así como de la programación artística y cultural anual y su programa de mediación comunitaria. Actualmente, el museo se concibe una plataforma cultural que genera experiencias museológicas a través de la educación no formal. Impulsa el uso del tiempo libre, el diálogo y la reflexión en torno a los procesos históricos y socio culturales del Distrito Metropolitano de Quito.

“Nuestras RUTAS que hablan de nuestra HISTORIA”

¿Qué HISTORIA quieres conocer?
Haz click en una de las rutas
¿QUÉ DIFICULTADES ENCONTRAMOS LAS PERSONAS MAYORES AL HABITAR LA CIUDAD?

Raúl Gallegos - Ruta La Victoria

Soy Raúl Gallegos, les cuento que La Victoria es importante porque; hace 50 años, este sitio era un centro de movimiento, era muy reconocida la esquina de la Cruz Verde. En esa época, era un muchachito y todo ese sector estaba lleno de negocios, tiendas de abarrotes, salones y cafeterías, también, estaba el señor que vendía las colaciones. La Victoria era un paseo en esa época, una maravilla para nosotros los muchachitos.

En la actualidad, La Victoria se ha deteriorado un poquito porque hay gente indisciplinada y hay inseguridad. Los negocios han desaparecido; tal vez, luego de la pandemia, puedan rehabilitarse. Ojalá mejore el sector porque es un sitio de gran atracción, en especial la zona de la Cruz Verde entre la calle Bolívar e Imbabura. 

 

AURORA PAZMIÑO - RUTA GUÁPULO

Soy Aurora Pazmiño, Guápulo es un lugar muy recordado por mí, la primera vez que vine fue en 1945. Cuando éramos niños, veníamos a las romerías del catecismo; veníamos a este lugar desde el centro, los varones caminando y cantando las niñas, llegábamos en buses hasta la entrada que baja hasta la iglesia, todo era bosque de eucaliptos.

Antes no había nada de bancas, ni pavimento; todo eran casitas de pueblo con corredores donde se cocinaban empanadas de morocho y caldo de 31. Nosotros caminábamos hasta la piscina de agua fría que había aquí cerca, era la atracción para los niños.

Antes no había la entrada asfaltada o la carretera, esto era más rural que urbano. Ahora hay varios cambios, muchas de las casas son residenciales, pero pasada las cinco de la tarde se convierten en cafeterías y bares. Hay muchos carros y movimiento en la noche. Ha cambiado toda la fisonomía de la plaza y el camino hacia la iglesia.

SUSANA AROCA - RUTA PLAZA GRANDE

Soy Susana Aroca, me alegra haber salido con el grupo a la Plaza Grande, un lugar querido para mí. Tengo recuerdos de este lugar desde que tengo cinco años. Recuerdo cuando venía con mi papá desde Latacunga y nos sentábamos en las bancas. Él se hacía lustrar los zapatos mientras leía el periódico. Veníamos a Quito en el tren y siempre visitábamos la Plaza Grande. Recuerdo observar a las personas muy elegantes, educadas y la plaza muy limpia.

Recuerdo que íbamos por helados a San Agustín y había una gran variedad de golosinas como colaciones, empanadas, dulces. Eso es algo que se mantiene en los alrededores de la plaza.

Ahora veo muchos cambios en la plaza; vemos, incluso, que está cercada, el cuidado en sí del lugar ha disminuido, hay desorden, basura y personas que liban. Es un contraste muy grande con los recuerdos que tengo a finales de la década de los 50´s.

YOLANDA MOSCOSO - RUTA LA RONDA

Soy Yolanda Moscoso Morales, tengo recuerdos muy bonitos de mi niñez en el barrio La Ronda gracias a mi prima que vivía aquí y me traía a conocer el barrio y sus alrededores. Antes era un lugar muy elegante; en las festividades, a lo largo del año, había vecindad. Todos se reunían a celebrar, decoraban la calle y se apoyaban entre vecinos, era un ambiente muy bonito para compartir.

Con el paso del tiempo, La Ronda se fue desmejorando, empezó la delincuencia y vicios. Tengo mucha nostalgia, porque el espacio cambió mucho; ahora, ya no es un barrio con vecinos, es una calle turística que tiene bares, restaurantes y mucho ruido. Por lo general, en la mañana la calle está deshabitada y las noches de fin de semana está llena de gente y ruido.

ELENA SUÁREZ - RUTA LA VICENTINA

Soy Elena Suárez, recuerdo a la Floresta con mucha nostalgia porque yo crecí en este lugar. Antes era un lugar alejado de la ciudad, era un bosque grande de eucaliptos, debía caminar mucho para salir a la carretera y encontrar transporte. Era un lugar bonito porque jugaba en la naturaleza.

Me dio tristeza porque ahora mi barrio está bastante descuidado, ver la soledad, las hierbas altas, la suciedad. Es un barrio muy moderno, en varios sectores hay cuidado; incluso, las calles tienen árboles, hay espacios para comer y lugares de arte, pero no todas las calles son así, el parque está descuidado. Aquí vienen muchas personas en la noche para comer los platos típicos.

MERY AROCA SÁNCHEZ - RUTA SAN BLAS

Soy Mery Aroca Sánchez, nací en Latacunga y recuerdo una escena en una plaza con un niño de la calle que me marcó muchísimo. Este niño me tomó la mano y noté que vendía dulces, conversé con él y me dijo que trabajaba para ayudar a su familia y había dejado la escuela, como maestra esto me conmovió mucho. Lo que pude hacer ese momento, fue tomar su mano, comprar un helado y acompañarle a un parque cercano para que se distrajese por un momento. Al despedirnos le di las gracias por ese momento compartido.

San Blas en Quito, me recuerda al espacio en donde se dio esta escena, me parece un lugar tranquilo. Al momento se ve que hay pasos a desnivel, una parada del trole; eso hace que haya más seguridad al caminar, porque antes era un barrio inseguro ya que no había estos espacios de vialidad. También se puede observar lo importante que es el personal del tránsito que ayuda especialmente a personas adultas que necesitamos apoyo.

Es necesario tener espacios para poder caminar, espacios libres para evitar dificultades. Es importante también, que las autoridades tengan mayor preocupación por los adultos mayores.

MARTHA CANDO - RUTA LA LOMA GRANDE

Soy Martha Cando y les voy a contar sobre la Loma Grande en donde nací y viví hasta los 8 años. Al final de la calle Rocafuerte está la Mama Cuchara, ahí funcionó La Clínica Pasteur. Bajando unas gradas se llegaba al Censo donde había una vertiente de agua, para lavar la ropa, ya que en las casas no había piedras para lavar. También estaba en funcionamiento este molino  y había una Fábrica de Cartones, hoy ya no existen. 

Estudié en la «Escuela 10 de agosto», ubicada en la calle Loja y Mazo cerca de mi casa. Mi papá me daba dos reales de colación y yo me compraba un real de raspadura y uno de membrillo. El chicle Adams costaba cuatro reales que me duraba la semana entera, ya que llegaba a la escuela y lo guardaba bajo el pupitre. En la escuela fui muy feliz, en especial en las horas de recreo donde jugaba con todas las niñas. 

Este barrio ha cambiado mucho, existen muchos autos y contaminación, también es un lugar poco seguro para transitar en las tardes y noches.

GARDENIA GUAYASAMÍN - RUTA SAN DIEGO

Soy Gardenia Guayasamín. En la década de los sesentas tenía siete años, solía caminar de la mano de mi padre por la calle 24 de mayo, ruta que nos conducía a la pequeña plaza de San Diego. Mis pasos resonaban en el piso de piedra, la iglesia y el convento fueron paso obligado para ingresar al cementerio.

Enfrenté la muerte de mi padre a temprana edad, el mismo sitio al que iba con él, se convirtió en su tumba. En el bloque del Sindicato de Choferes de Pichincha está su nicho, yo siempre iba con mi madre para dejar flores, y ella rezaba unas oraciones especiales.

El cementerio hoy es patrimonio y alberga más tumbas y secciones, pero su esencia es la misma que tenía cuando era niña. Recuerdo su paz, la serenidad de los ángeles que custodian los imponentes mausoleos que pertenecen a familias adineradas; pero en especial, recuerdo un mausoleo cuyo epitafio decía: «Alicia, ¿Cómo es tu cielo?» Guardo esta pregunta hasta la actualidad.

AMELIA GORDÓN - RUTA SAN FRANCISCO

Soy Amelia Gordón y la relación que tengo con la Plaza de San Francisco es desde mi adolescencia. Solía venir a vender adornos, juguetes y árboles de navidad en diciembre, este trabajo era importante para mí porque podía conocer personas y ayudarlas cuando era posible; también, me ayudaba con mis estudios. Cuando pasaba en este lugar, podía observar a diferentes personas y el movimiento que había en el lugar. Recuerdo que había una estatua y también la pileta que no se ha cambiado.

Actualmente, el principal cambio en la plaza es la construcción del Metro, estuvo cerrada por algún tiempo. La estatua ya no está y la pileta sigue ahí. También, han cambiado los negocios alrededor de la plaza y ya no se hacen ferias como antes para vender cosas. Ahora, es solamente un espacio para que los turistas tomen fotos.

Anita Ortiz - RUTA IGLESIA LA MERCED

Soy Ana Mercedes Ortiz Carillo, nací y crecí en el barrio de la Merced en el Centro Histórico de Quito. Era un lugar muy tranquilo; en mi niñez había unos juegos muy bonitos, por ejemplo: coches de madera, soga, tillos, bolas y muchos más.  Me gustaba observar a las personas que transitaban por las calles cuando bajaban de San Juan, había personajes muy curiosos como «La Torera», «El Chiquito Espín”, “El Diablo Ocioso”.

Mis hermanas y yo asistíamos a la procesión de «El Rosario de la Aurora» en la Iglesia de la Merced, es por esto que les presento este lugar. Recuerdo cuando veníamos a las cuatro de la madrugada, a esta hora salíamos solas y no había peligros. Las calles no estaban congestionadas y éramos varios los niños que acudíamos a la iglesia para este evento.

Guadalupe Proaño - Ruta El Ejido

Soy Guadalupe Proaño y les voy a contar de «El Ejido». Mi papacito siempre tenía la costumbre de traernos el domingo a El Ejido, vivíamos en el Dorado; bajábamos para compartir un momento, a pasearnos, a sentarnos un momentito en el césped y a recorrer. Había mucho movimiento; incluso, un local de bicicletas, a mi papá le encantaba ir a alquilar las bicicletas, recuerdo que le pedían la cédula o el reloj para que pueda sacar la bicicleta de ahí, pero yo tenía mucho miedo porque mi papacito decía: “a ver, a ti primero Lupita te voy hacer subir en la bicicleta”.

Recuerdo que había un juego, como un laberinto de ciprés, se llamaba “sal si puedes”; a veces, por curiosa, entraba y mis hermanos me gritaban para que saliera, pero no lo podía hacer, así que mi papacito era quien me ayudaba salir. Ahora, muchas cosas han cambiado, ya no hay este juego y hay ventas en medio del parque; además, en horas de la tarde, es un lugar poco seguro.

 

LETICIA HERNÁNDEZ (+) - RUTA SANTO DOMINGO

En memoria de Leticia Hernández:

El recorrido se realizó un día miércoles en el año 2019, la planificación pretendía que sea una ruta que conecte a La Ronda, La Loma Grande y Santo Domingo. El turno de “Doña Leti” llegó y su anécdota provocó las emociones de sus compañeros entre risas y picardías.

Llegaron a La Plaza de Santo Domingo y Doña Leticia comentaba que:  ella y su esposo recorrían dicha plaza y se dirigían a la calle Guayaquil en dirección a la Avenida 24 de mayo, hoy actual Boulevard 24 de mayo; cuando observó a un grupo de trabajadoras sexuales que gritaban la palabra “Morocho”. Leticia que ya tenía hambre le dijo a su esposo que se lo compre, su esposo algo inquieto le decía: “Ay no, ya camina breve” – “Pero yo quiero morocho”- le exclamó. Su esposo, ya ruborizado, le explica que “Morocho” es la palabra que utilizaban las trabajadoras sexuales para ofrecer sus servicios.

Esta anécdota fue la que más risas causó entre el grupo. «Memorias del ayer» la recuerda con cariño, por ser una persona elocuente y sencilla; en cada encuentro había una anécdota o una conversación en particular y “Doña Leti” contaba sus experiencias que hacían reír, hacían llorar y hacían ver a una persona fuerte, la cual hace falta en cada espacio compartido del Museo de la Ciudad.